Federico Martín Bahamontes ha protagonizado algunas de las más curiosas anécdotas de la historia del ciclismo.
La anécdota del helado en el Col de la Romeyère
Probablemente esta es la más popular y conocida de todas las anécdotas relacionadas con Federico Martín Bahamontes.
Se disputaba el Tour de Francia de 1954, primera participación de Bahamontes en la «Grande Boucle». El 26 de julio Fede era cabeza de carrera junto a tres corredores más. Estaban subiendo el Col de Romeyère, cuando el coche belga de apoyo de uno de sus compañeros de fuga levantó varias piedras del suelo con tan mala suerte de que fueron a parar a su rueda trasera, rompiendo dos radios de la misma. La rueda rota cabeceaba lo cual le impediría más adelante descender bien. Bahamontes, que por entonces solo se dedicaba a ganar el gran premio de la montaña, coronó el puerto en cabeza, satisfecho por ello. Esperó en la cima a su coche de equipo, para cambiar la rueda. Como hacía calor, al ver un carrito de helados de un vendedor ambulante, ni corto ni perezoso, levantó la tapa y tomó a puñados la cantidad que pudo de helado e intentó como pudo introducirlo en el bidón de agua «sin quitarme ni los guantes al principio, pero la boca del bidón era pequeña y me costaba mucho meter el helado ahí». Y allí se tomó su refrescante helado en su improvisado recipiente mientras transcurrieron los 14 minutos que tardó el coche español en llegar. La afición que se agolpaba en la cima no daba crédito a lo que veía. Pero Fede era así. En la misma etapa coronaría en cabeza también el puerto siguiente. Este curioso hecho fue la gran noticia del Tour en toda la prensa francesa del día siguiente.
Muchos tildaron a Bahamontes de prepotente, soberbio y orgulloso. Sin embargo, la verdadera razón era que, una vez coronado el puerto en cabeza, con la rueda rota, no quedaba más remedio que esperar al coche de la selección española. Máxime sabiendo que para Fede lo importante era ganar la montaña.