Alejandro Martín Bahamontes nació un lunes 9 de julio de 1928 en Val de Santo Domingo en la casilla de peones camineros donde trabajaba su padre, pero con seis meses de edad ya vivía en la ciudad de Toledo. Su tío Federico se empeñó en que todo el mundo le llamara como a él, y a fe lo consiguió.

Bahamontes es el decano de todos los vencedores vivos del Tour de Francia, la carrera que conquistó en 1959 y que lo convirtió en pionero para España. Como bien escribió José Carlos Carabias, “Bahamontes representa un viaje al centro de la vida, al pasado de un país, a la guerra, el hambre y el deporte que se practicaba por rabia y honor. Un embajador del ciclismo y del Tour”.

Su manera épica de entender el ciclismo, constantemente al ataque, sin importar la distancia a meta, definió el estilo del “Águila de Toledo”.

Instalado con su familia desde 1929 en el Cigarral de Montoya, donde sus padres ejercían de guardeses, el pequeño Fede acudió al colegio de Tavera. Amenazados de muerte por la CNT al estallar la guerra civil (su padre se negó a entregar el aceite del cigarral a los milicianos), se ven obligados a desplazarse a Madrid. Allí, su padre fue llamado a filas en el ejército republicano, por lo que Federico queda viviendo en un bajo junto a su madre, hermanas y una tía en la Calle General Mola. De allí pasaron a vivir en Villarrubia de Santiago, donde su padre ya pudo vivir con ellos al haber ascendido a cabo de intendencia del ejército republicano. Al finalizar la guerra compran una mula y un carro y regresan a Toledo donde toda la familia trabaja como campesinos en la finca «Loches».

Superó unas fiebres tifoideas en 1945, con 17 años, contraídas al ser picado por un mosquito al esconderse de la pareja de la guardia civil, que vigilaba el estraperlo, en unas aguas estancadas bajo el Puente del Guajaraz. Perdió el pelo por completo y llegó a pesar menos de 40 kg. Al superar la enfermedad fue cuando nació su característico pelo ondulado, que era liso con anterioridad.

Tuvo que trabajar desde niño: ejerciendo de «mochuelo» (el jornalero que varea las ramas interiores de las olivas encaramado al árbol), segando y trillando cereal en la Quinta de Mirabel, aprendiz de carpintero, cuidando vacas y una huerta en la finca «Loches» junto al Cerro de los Palos, acarreando arena desde Valparaíso para los primeros bloques de la Reconquista, cogiendo ladrillos entre los escombros de las ruinas del entorno del Alcázar para construir la casa de sus padres junto al Convento de San Pablo, o cargando fruta en el mercado de abastos, además de algunas aventuras en el estraperlo. Para Fede, su mejor maestro fue el hambre.

Compró su primera bicicleta a un herrero por 30 duros: “Estaba colgada en un gancho de la fragua y no tenía cambios. Me apunté a una carrera en Menasalbas en 1947, mi primera carrera, y quedé segundo. La primera vez que gané fue en mi segunda carrera (Toledo-Puente del Guadarrama-Cabañas de la Sagra-Toledo) el 18 de julio de 1948.»

Federico Martín Bahamontes tras ganar su primera carrera el 18 de julio de 1948. La camiseta lleva bordado por su hermana Juli el nombre «F. Martín» (Colección particular de Federico M. Bahamontes).

Sus inicios modestos y humildes no le impidieron destacar como aficionado en carreras como la Vuelta a Ávila, la Vuelta a Salamanca, la Vuelta a Albacete o la Vuelta a Madrid. En 1954 comenzó su carrera profesional, compitiendo ese mismo año en el Tour de Francia. Para sorpresa de todos, aquel joven y desconocido toledano consiguió su primer maillot de la montaña, además de protagonizar una de las anécdotas más famosas de la historia del ciclismo. Bahamontes, que había sufrido una avería en los radios de su rueda trasera en pleno ascenso al Col de la Romeyère, decidió detenerse en la cima para esperar al coche de asistencia, aprovechando para tomar un helado. Para Fede, lo importante ya estaba conseguido: había coronado el puerto en cabeza. Para él por entonces solo importaba la montaña.

Federico Martín Bahamontes ascendiendo el monte Galibier el 28 de julio de 1954, (AP Photo / Str).

Sin embargo, una cacería con galgos cerca de Talavera junto a Fausto Coppi le hizo ver el ciclismo de otro modo: el astro italiano le dijo que se centrara en la general, y que la montaña vendría sola. Fede le hizo caso y, 9 meses después, Bahamontes se coronaba en París como el primer español en ganar un Tour.

Federico Martín Bahamontes junto a Fausto Coppi durante el Tour de Francia de 1959.

Bahamontes es oficialmente el mejor escalador de la historia del Tour al lograr en 6 ocasiones el maillot de la montaña en el 54, 58, 59, 62, 63 y 64, además de conseguirlo en dos ocasiones en la Vuelta a España y en una en el Giro de Italia.

En el Tour vivió duelos legendarios con Anquetil, Charly Gaul, Louison Bobet, Darrigade, Kubler, Koblet, Bartali o Coppi, todos ellos leyendas del ciclismo.

Federico Martín Bahamontes es y será uno de los emblemas de España y de Toledo. Ha pasado a la historia como uno de los mitos del ciclismo mundial y a partir de hoy, con la inauguración de su escultura, estará presente en la historia de una Ciudad que agranda su leyenda gracias a figuras como Fede.

Federico Martín Bahamontes en su época de repartidor de fruta en septiembre de 1949, colección de Luis Alba.